martes, 7 de diciembre de 2010

Historia para ir abriendo boca

He aquí el primer capítulo de la tan largamente anticipada serie documental Islandia, ese fistro de país. Por el momento comentaré brevemente la historia del país para a continuación pasar a lo que de verdad importa, las anécdotas de borrachos y climatología intempestiva.

Islandia es un pedazo de tierra dejado de la mano de dios (ay, en tantos sentidos) producto de la acumulación de materiales por la erupción de los volcanes que forman la dorsal atlántica. Las erupciones islandesas son famosas en el mundo entero por producir jolgorio y buen rollo a mansalva, especialmente cuando tienes que subirte a un avión, y son la principal exportación del país a la unión europea.

El problema de la ubicación geográfica de Islandia es que, como todo el mundo sabe, no queda lo que se dice muy de paso para ir a ningún sitio. Digamos que su descubrimiento se debió más a la pura suerte que a las grandes dotes de navegación de los vikingos. Claro, si a descubrir un islote pelado y con un cierto problema de precipitaciones se le puede llamar suerte. Los primeros pobladores del país fueron monjes irlandeses, y por aquel entonces la isla era llamada Thule (vamos, que ya después no había mas que el borde ese por donde cae el agua al espacio). Los monjes se dedicaban a hacer lo que todo ermitaño, que además estaba muy de moda por aquella época: orar día sí, día también, dejarse crecer la barba pa guardar la comida que se te cae, oler a gorrino y gritar a los cielos con los puños crispados cuando uno acaba irremediablemente perdiendo la chaveta.


Un poco como Father Ted, pero con más frío, lluvia y demencia.


El primer nórdico lo suficientemente demente que se dirigió de forma voluntaria hasta este estercolero erm tierra de las oportunidades, fue el llamado Hrafna-Floki, o Floki de los cuervos. Este nombre tan molante viene del hecho de que el amigo Floki encontró el camino usando tres cuervos. Esto le hace pensar a uno que: o bien los vikingos eran tan jodidamente molantes que todas las criaturas de la creación obedecían sus órdenes, o bien que ese petardo de Noé algo les haría a los cuervos que tenía para que decidieran pirarse cuando los sacó de la jaula.

(Tos) Noé era racista

En cualquier caso, al volver a Noruega, Floki dijo que Islandia era una puta mierda, montgomery (true story). Los primeros colonizadores de Islandia fueron dos bandarras llamados Ingolfur y Hjorleifr. Estos se hicieron a la mar con todo lo necesario para fundar una colonia en la dichosa isla. Y aquí viene uno de los mitos fundacionales más grandes ever: Según parece, para fundar una ciudad, los antiguos vikingos lanzaban al mar un par de pilares con dioses labrados. La idea es que el sitio donde sean arrastrados por la corriente es el sitio que han elegido los dioses para fundar la ciudad. Pues Ingolfr lanzó los pilares al mar y al llegar a tierra mandó un par de exploradores para recorrer la costa en su busca. Ingolfr pasó el invierno en una playa en el sur de la isla. Al llegar la primavera fue al lugar donde estaban los pilares. El lugar en que los encontró es uno de los puntos de Islandia con mayor indice de precipitaciones y actividad geotérmica. Dicen las malas lenguas que al ver el lugar, Ingolfr no pudo menos que cagarse en su calavera por su mala suerte. Para los curiosos, este sitio fue llamado Bahía de los humos, que en islandés se llama Reykjavík. En cuanto a Hjorleifr, tuvo la mala idea de maltratar a sus esclavos irlandeses. Estos acabaron hasta los genitalia e hicieron lo que usted haría: lo asesinaron y se largaron a unas islas cercanas. Huelga decir que acabaron malamente. Estas islas se llaman Vestmannseyjar, o islas de los hombres del oeste (oséase, irlandeses).
Hacia el año 1000 la isla no sólo estaba colonizada, sino que además se estableció el parlamento más antiguo del mundo, el Alþingi. Lo de parlamento es en sentido político, ya que no había un edificio como tal, sino que los vikingos se reunían una vez al año en la falla de la dorsal que se hallaba sobre tierra y allí discutían y promulgaban leyes.
Como Islandia quedaba lo que se dice en el culo del mundo y los niños se aburrían, durante años se entretuvieron con pasatiempos tales como la vendetta. La cosa se puso tan chunga, que las fuerzas vivas del lugar se dieron cuenta de que si la cosa seguía así, serían el primer país que llevaba a cabo un auto-genocidio. ¿La solución? Pedirle al rey de Noruega que aceptara que fueran colonia suya.


El rey de Noruega

Obviamente, a partir de ese momento el país desaparece totalmente de la historia hasta la 2ª guerra mundial. En aquellos días, Islandia formaba parte del reino de Dinamarca (aquél en el que olía a podrido, según Shakespeare). Dado que no querían jugar a los soldaditos, se rindieron a los nazis en el primer día de invasión. Islandia decidió que era la suya, les hizo un corte de mangas y se dio la vuelta pensando que ya estaba todo hecho, pero Gran Bretaña decidió que esa isla era una base aérea cojonuda. Los ingleses mandaron tropas, que con el tiempo dieron paso a los americanos, que mantuvieron las bases militares hasta 2006. El resto, como saben ustedes, es historia: crisis, bancarrota y despeñamiento total.


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